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En su libro Mortal Lessons: Notes on the Art of Surgery, el cirujano Richard Selzer narra lo sucedido una noche en que se encontraba junto al lecho de una mujer que comenzaba a recuperarse de una cirugía facial. Tenía la boca contorsionada grotescamente a causa de la operación. Se le había desarrollado un tumor en la mejilla y para extirparlo, el cirujano había tenido que cortar una diminuta fibra del nervio facial que correspondía a los músculos bucales. Por el resto de su vida, la boca iba a tener ese gesto extraño. Un hombre joven se encontraba en el cuarto, junto a su cama. Levemente iluminados por una lámpara, parecían ignorar al cirujano. “¿Quiénes son?”, se pregunta. “Él y la mujer con la boca deformada que yo causé; ellos, que se miran y se acarician con tanto afecto”.
“¿Me quedará la boca así para siempre?”, le pregunta ella, mirando al doctor.
“Sí, porque tuve que cortar el nervio”, explica Selzer.
Ella asiente en silencio.
Pero el visitante sonríe. “A mí me gusta”, comenta. “Te queda gracioso”.
Por Larry L. Lichtenwalter – Continuar leyendo artículo original
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John Ashton cree en Dios. Cree en el informe del Génesis acerca de la creación. También es un investigador científico. De modo que se sorprendió cuando otro investigador desafió su creencia en una conferencia en la Universidad Macquarie, en Sydney, Australia. En ella, un relator daba evidencias que apoyaban el informe bíblico de la creación, pero otro investigador decía que él no creía que fuera posible encontrar a un hombre de ciencia con un doctorado que creyera en una creación literal en seis días. En ese momento, alguien mencionó los nombres de dos científicos que creían en el creacionismo. John Ashton era uno de ellos. Cuando supo acerca de esta conversación (él no había estado presente en la conferencia), aceptó el desafío, y el resultado fue la maravillosa colección de ensayos, In Six Days: Why 50 Scientists Choose to Believe in Creation.
Cuando recibí su invitación de contribuir al libro con un ensayo, al principio entendí que debía escribir específicamente acerca de la creación en seis días desde una perspectiva científica. Sin embargo, esa no era la intención de John Ashton. Yo creía en una creación en seis días, pero no por razones científicas. ¿Qué podría decir alguien acerca de este tema desde una perspectiva científica? ¿Cómo podría dar evidencias científicas de que la tierra y la vida fueron creadas en seis días literales? Yo sabía que había muchas áreas del creacionismo que podían ser estudiadas científicamente, pero no creía que la creación en seis días fuera una de ellas. Eso debía aceptarse estrictamente por la fe en la Biblia.
Por Henry Zuill – Continuar leyendo artículo original
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Antes de contestar la pregunta acerca de si es razonable creer en una creación reciente en seis días, es importante definir elementos claves tales como “racional”, “reciente”, “seis días”. Mientras que a la ciencia se la relaciona con el término “racional” y por lo tanto se espera que sea razonable, muchos han asociado al creacionismo con “fe” y por ello aparenta ser incompatible con cualquier cosa que sea “racional”.
Pero la fe basada en la Biblia –en este caso puntual la creación– es “racional” dado que no es mística y/o irracional. Por el contrario, presenta evidencias históricas (la Biblia es un documento histórico), naturales y concretas para sus afirmaciones. Aunque es verdad que la Biblia no es un registro científico moderno del proceso de la creación, sino que más bien requiere que aceptemos a la creación por fe (Hebreos 11:3, 6), no se espera que nosotros ejerzamos una fe ciega o simplista. Por el contrario, la Biblia ofrece un marco de referencia y argumentos para que la fe sea convincente, mostrando que los eventos y elementos presentados por la Biblia son verdaderos tanto cosmológica como históricamente.
Por Gheorghe Razmerita – Continuar leyendo el artículo original
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“Tu madre va a ir al infierno y será atormentada por toda la eternidad”. Eso era lo que le oía decir una y otra vez a mi maestra católica sobre mi madre luterana, que se estaba muriendo de cáncer. ¿Cómo puede un Dios de amor castigar a una madre fiel como la mía? Si ése es Dios, lo odio. A los 10 años yo ya era un ateo convencido.
Con el tiempo me gradué con especialización en zoología en la universidad de Capetown, Sudáfrica, donde se enseñaba la teoría de la evolución. Entre mis profesores había hombres brillantes cuyos trabajos sobre la evolución humana llevados a cabo en cráneos habían hallado lugar en los museos de todo el mundo. Ateo a carta cabal, proseguí mis estudios para obtener el doctorado y comenzar mi carrera como ayudante de cátedra en la Universidad Stellenbosch. Mi vida entera giraba en torno a la evolución. Enseñaba esa teoría y basaba todas mis investigaciones en ella. Para mí, Dios no existía.
Cierta vez, cuando estaba dando una clase, una joven estudiante me enfrentó de esta manera: “Lo que usted está diciendo, Dr. Veith, es mentira. Dios creó los cielos y la tierra en seis días”. Exploté de ira y de inmediato me puse a hacer trizas sus argumentos hasta que ella empezó a llorar. Los estudiantes quedaron impresionados por mi habilidad para refutar la doctrina de la creación.
La vida me sonreía. Tenía una esposa maravillosa, un hermoso bebé y una carrera prestigiosa. Dios era lo último en lo que yo pensaría. Hasta la noche en que mi hijo enfermó de muerte.
Por Walter Veith – Continuar leyendo el artículo original
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El creacionismo no es para tímidos o timoratos. Está basado en una aseveración de hace 3.500 años que se encuentra en la Biblia: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1, VRV). Sin embargo, la mayoría de los científicos contemporáneos creen que la vida fue el resultado tardío de una enorme explosión natural de la materia primitiva hace billones de años. Creer en la creación es ir contra la marea.
“Nada en biología –escribió Dobzhansky– tiene sentido excepto a la luz de la evolución”. Los directores de la revista Science, prologando una edición especial sobre la evolución, afirmaron no hace mucho: “Los conceptos intelectuales que surgen de nuestra comprensión de la evolución han enriquecido y cambiado muchos otros campos de estudio”. En el mismo ejemplar escribió Stephen Jay Gould: “La evolución orgánica … [es] uno de los hechos más firmes jamás convalidados por la ciencia”.
La respuesta creacionista estándar a este tipo de declaraciones es señalar defectos en los argumentos evolucionistas. Pero los creacionistas están en una mejor posición cuando muestran que sus explicaciones logran mejores resultados que las evolucionistas. Su meta debiera ser desarrollar un paradigma tan funcional que la gente tuviera que admitir: “Nada en biología tiene sentido excepto a la luz del creacionismo”.
Con esto como trasfondo, consideremos unos pocos aspectos del creacionismo aún válidos para investigadores cristianos del siglo XXI.
Por George T. Javor – Continuar leyendo el artículo original